martes, 6 de diciembre de 2011

Oraciones al Inmaculado Corazón de María


Oración a la Virgen Niña
Pequeña y dulce María, princesa mía, sin pecado concebida, estrella de mis días y desde niña la más perfecta profecía.
Ilumina esta vida mía, a veces enceguecida, sin ansias ni dicha y totalmente empobrecida.
Hazme, pequeña María, luz en estos días y resplandor en la oscuridad del alma mía.
Hazme niño,  pequeñito y dulcísimo para que el Buen Dios escriba lo que ha querido de ésta vida, para Su gloria y como verdad que ilumina.
Amén
Jaculatoria
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos. (se repite 3 veces)

Oración de entrega

María yo te doy mi corazón, a cambio te pido tu Inmaculado Corazón. (se repite 3 veces)

Consagración al Inmaculado Corazón de María


Oh María, Madre de Dios, os pido con humildad de corazón, que veas nuestro interior y nuestra angustia hoy.
Tus hijos, tus pequeñitos claman despacito, como verdaderos niños, que a través de Cristo, Tu Hijo Divino, a través del Buen Dios,  Nuestro Padre Creador, y a través del Supremo artífice de verdad, el Espíritu Santo, quienes como verdadero consuelo, en todo momento, nos han regalado como Supremo obsequio  vuestro Corazón Inmaculado, consagremos, por vuestra Divina intercesión, a Tu Preciosísimo Corazón Inmaculado, nuestro trabajo, nuestro hogar, nuestro corazón, nuestra querida y necesitada Argentina, que está hoy especialmente insidiada, y todo lo que el Buen Dios nos regaló, como manifestación de Su Amor, con ello todo lo dispuesto y creado por Dios, símbolo de total perfección.
Te pedimos tus hijitos, nos regales el don de la Fe, una esperanza sin par, verdadera humildad y la perfecta caridad, inspirada en el seno mismo de la Santísima Trinidad, para ser liberados definitivamente de la iniquidad, mediante el triunfo definitivo de tu Inmaculado Corazón, fuente de toda redención.
Te pedimos además que nos enseñes a amar, y a vivir en la verdad, para alcanzar la Patria Celestial.
Amén.

Consagración a la Virgen del Carmen

Virgen del Carmen, oh Madre mía, me consagro a Ti, y confío en tus manos mi existencia entera. Acepta mi pasado con todo lo que ha sido. Acepta mi presente con todo lo que es. Acepta mi futuro con todo lo que será. Con esta total consagración te confío cuanto tengo y cuanto soy, todo lo que he recibido de tu Hijo Sacratísimo y de tu Esposo Santísimo.
Te confío mi inteligencia, mi voluntad y mi corazón. Pongo en tus manos mi libertad, mis ansias y mis temores, mis esperanzas y mis deseos, mis tristezas y mis alegrías. Cuida de mi vida y todas mis acciones para que sea más fiel al Señor Trino y Uno, y con tu ayuda alcance la salvación. Te confío, Oh gran Señora, mi cuerpo y mis sentidos, para que sean puros siempre y me ayuden en el ejercicio de las virtudes. Te confío mi alma, para Tú la preserves de las tentaciones del mundo, de la carne, y de Satanás. Hazme participar  de una santidad similar a la tuya; vuélveme conforme a Jesucristo, ideal de mi vida. Te confío mi entusiasmo y el ardor de mi devoción para que me ayudes a no envejecer en la Fe. Te confío mi capacidad  y ganas de amar como has amado Tú, y como Jesús quiere que se ame. Te confío mis incertidumbres y mis angustias, para que en tu Corazón encuentre seguridad, sostén y luz en cada instante de mi vida.
Con esta consagración me empeño en seguir tu vida de humildad, mansedumbre, y pureza. Acepto las renuncias y los sacrificios que esta elección conlleva y te prometo con la gracia de Dios y con tu ayuda ser fiel al empeño tomado. Oh, Madre de todos los hombres, Soberana de mi vida y de mi conducta, dispón de mí y de todo lo que pertenece para que camine siempre en el Evangelio bajo tu guía, oh Estrella del Mar. Oh Reina del Cielo y de la Tierra, Madre Santísima del Redentor, soy todo (a) tuyo (a), oh Virgen del Carmen, y a Ti quiero  unirme ahora y siempre para adorar a Jesucristo, junto a los Angeles y a los Santos, ahora y por los siglos de los siglos.
Amén.
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MAGNIFICAT, el canto de María (Lucas 1, 46-55)
Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi Espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡Su Nombre es Santo!
Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de Su Brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel, su servidor, acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.
Amén.

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