viernes, 17 de junio de 2011

NO ACUMULÉIS TESOROS EN LA TIERRA

Concilio Vaticano II: «No acumuléis tesoros en la tierra»

Evangelio según San Mateo 6,19-23.

No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban.
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben.
Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado.
Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!

miércoles, 15 de junio de 2011

El "PADRENUESTRO" cantado por el Papa Juan Pablo II (en Latín)


San Juan Francisco de Regis




Oremos

Tú, Señor, que concediste a San Juan Francisco de Regis el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.






Santa Teresa de Ávila: "Hágase tu voluntad"

Evangelio según San Mateo 6,7-15.

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. 
No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. 
Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, 
que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. 
Danos hoy nuestro pan de cada día. 
Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. 
No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. 

Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. 
Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. 





Y TE VOY ADORAR (ALFAREROS)

EL REY DE MI VIDA Rio poderoso (Joan Sanchez)

MI LÓGICA HUMANA

martes, 14 de junio de 2011

SAN VITO MÁRTIR

OREMOS:
Suplicámoste, Señor, que, por la intercesión de tus santos mártires Vito, Modesto y Crescencia, concedas á todos los fieles santo horror á la mundana sabiduría, y gracia para hacer cada día nuevos progresos en aquella santa humildad que tanto os agrada; á fin de que, huyendo y menospreciando todo lo malo, se apliquen libre y generosamente á practicar todo lo bueno. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén 



SAN VITO (conocido en francés como Saint Guy) (Mazara del Vallosiglo III – Lucania15 de junio de 303) es un mártir y santo inscrito en el grupo de los Santos auxiliadores. Su festividad tradicional se celebra el 15 de junio y, recientemente, en Occidente, el 12 de junio.
Hijo de un pagano siciliano, tuvo como preceptores a los cristianos Santa Crescencia y San Modesto, que lo bautizaron a escondidas de su padre. Intentó, sin éxito, convertir al hijo del gobernador Valeriano. Estuvo encarcelado durante siete años a causa de su fe cristiana.
Murió martirizado en 303 junto a Santa Crescencia y San Modesto durante las persecuciones de Diocleciano. Su cuerpo se conserva en la Iglesia Colegiata de Omegna. Guardado en una urna, es sacado en una procesión solemne el último sábado de agosto.
San Vito fue, durante mucho tiempo, invocado contra el llamado baile de San Vito (síntoma tanto de la corea de Huntington como de la corea de Sydenham), convulsiones neurológicas. En la Edad Media los afectados por el baile de San Vito eran acusados de estar poseídos y eran quemados en la hoguera.
Es representado con el símbolo de la palma, común a todos los que han sufrido martirio.

San Agustín : El ayuno, la oración y la limosna


Evangelio según San Mateo 
6,1-6.16-18.
Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. 
Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. 
Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, 
para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. 
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 
Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. 
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, 
para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 






lunes, 13 de junio de 2011

NO JUZGUES - HERMANA GLENDA

SAN BASILIO EL GRANDE

Oración de agradecimiento

O Maestro, Cristo nuestro Dios, Rey de las edades, creador de todas las cosas; Yo te agradezco por todos los favores que tu me has concedido, y por haberme dado tus puros misterios dadores de vida. 


Yo te suplico, O Dios lleno de gracia, quien amas a la humanidad, mantenme bajo tu protección y bajo la sombra de tus alas; concede que hasta mi último aliento, Yo pueda dignamente recibir tus Santos Misterios con una conciencia clara para la remisión de mis pecados y para la vida eterna.

Porque tú eres el Pan de la Vida, la fuente de la santidad, y el proveedor de todas las gracias, y nosotros te glorificamos junto con el Padre, y tu Espíritu Santo, ahora y siempre, y para siempre. Amén. 

San Francisco de Asís : «Yo os digo: amad a vuestros enemigos"

Evangelio según San Mateo 5,43-48.
Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; 
así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. 
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? 
Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? 
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo. 

«Yo os digo: amad a vuestros enemigos"

 Nosotros, todos los hermanos, consideremos atentamente lo que dice el Señor: 
«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a aquellos que os odian». Nuestro Señor Jesucristo, del que debemos seguir sus huellas (1P 2,21), dio el nombre de amigo a aquel que le traicionó (Mt 26,50), y se ofreció voluntariamente a los que lo iban a crucificar. Así pues, son nuestros amigos, todos los que nos causan injustamente tribulaciones y angustias, afrentas e injurias, dolores y sufrimientos, martirio y muerte. Debemos amarlos mucho, ya que los golpes que nos dan nos merecerán la vida eterna.

domingo, 12 de junio de 2011

San Antonio de Padua

San Antonio de Padua 

Presbítero y doctor de la Iglesia († 1231)  Nació en Lisboa a finales del siglo XII. Primero formó parte de los canónigos regulares de san Agustín, y, poco después de su ordenación sacerdotal, ingresó en la Orden de los frailes Menores, con la intención de dedicarse a propagar la fe cristiana en África.

Sin embargo, fue en Francia y en Italia donde ejerció con gran provecho sus dotes de predicador, convirtiendo a muchos herejes.

Fue el primero que enseñó teología en su Orden.   Escribió varios sermones llenos de doctrina y de unción.  Murió en Padua el año 1231.

Oremos 
Dios todopoderoso y eterno, que diste a tu pueblo un predicador insigne del Evangelio en San Antonio de Padua, y un intercesor eficaz que lo asistiera en sus dificultades, concédenos, por su intercesión, que seamos fieles a las enseñanzas del Evangelio y que contemos con tu ayuda en todas las adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

«Yo os digo, no respondáis al malvado»

Lunes de la XI Semana del Tiempo Ordinario
Evangelio según San Mateo 5,38-42.


Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. 
Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; 
y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. 
Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

Los Dones del Espíritu Santo




Los Dones del Espíritu Santo son siete en el legado que nos transmite la Iglesia, aunque podemos intuir que son muchos más los que de modo gratuito se derraman sobre el mundo en forma acentuada desde el día del nacimiento de la Iglesia, en aquel Pentecostés y en presencia de la comunidad de los Apóstoles y la misma Madre de Dios.

En estos tiempos en que más que nunca debemos apelar a la ayuda del Espíritu Santo, nuestro Huésped del alma, es importante comprender el modo en que Su infaltable ayuda opera sobre nuestros comportamientos. 


Dones y Virtudes son caminos de búsqueda del bien, de la verdad, que se manifiestan en nuestra conducta cotidiana. Así, comprender como Dios obra en nosotros es un necesario paso en la senda del crecimiento espiritual.

Las Virtudes y los Dones del Espíritu Santo

Hay muchas similitudes entre las virtudes y los Dones:
Ambos son hábitos operativos que residen en las facultades humanas. Ambos buscan practicar el bien honesto y tienen el mismo fin remoto: la perfección del hombre.
Pero hay diferencias:

1: Las virtudes son movidas por la razón del hombre a diferencia de los Dones del E.S. que son movidos directamente por el Espíritu Santo.
-Las virtudes disponen para seguir el dictamen de la razón humana (ilustrada por la fe si se trata de virtud infusa o teologal) bajo la previa moción de Dios.
-Los Dones son movidos por el Espíritu Santo como instrumentos directos suyos.

2: Las virtudes actúan por razones humanas a diferencia de los Dones del E.S. que actúan por razones Divinas.
Así, los Dones del Espíritu Santo transcienden la esfera de la motivación humana, siendo cabal expresión de la Voluntad Divina.

3: Las virtudes actúan al modo humano a diferencia de los Dones del E.S. que actúan al modo Divino.
-Las virtudes infusas (o Virtudes Teologales) tienen por motor al hombre y por norma la razón humana iluminada por la fe. Se deduce que sus actos son a modo humano.
-En cambio los Dones tienen por causa motora y por norma el mismo Espíritu Santo, sus actos son a modo Divino o sobrehumano. De esto se deduce que las virtudes infusas o teologales son imperfectas por la modalidad humana de su obrar y es imprescindible que los Dones del Espíritu Santo vengan en su ayuda para proporcionarles su modalidad Divina, sin la cual las virtudes no podrán alcanzar su plena perfección.

4: Las virtudes son utilizadas a nuestro arbitrio  a diferencia de los Dones del E.S. que operan en nosotros al arbitrio Divino.
-Se deduce de las diferencias anteriores que el hábito de las virtudes infusas o teologales lo podemos usar cuando nos plazca, presupuesta la Gracia, que a nadie se niega.
-Mientras que los Dones sólo actúan cuando el Espíritu Santo quiere moverlos. Los Dones de Espíritu no confieren al alma más que la facilidad para dejarse mover, de manera conciente y libre, por el Espíritu Santo, quien es la única causa motora de ellos. Nuestra parte es solo disponernos. Ej.: refrenando el tumulto de las pasiones, afectos desordenados, distracciones, etc. 


Los Dones del Espíritu Santo 

Sabiduría: capacidad de juzgar según la medida de Dios, produciendo en el alma un gusto por lo espiritual.

Este es el primero y mayor de los siete Dones, y nos da una capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios, a la luz de Dios.  Iluminado por este Don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo. Nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios. Por la sabiduría juzgamos rectamente las cosas Divinas por sus últimas y altísimas causas bajo el instinto especial del E.S.

La palabra clave en este Don es “juzgar”, es esa capacidad de poner cada cosa en su lugar, mirando el mundo desde el Pensamiento de Dios. Participa del concepto de orden, pero un orden Divino, no como lo comprende y propone el mundo. Permite comprender como se deben construir los proyectos de este mundo, bajo la Voluntad de Dios.


Entendimiento o Inteligencia: Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.

Esta Luz especial que nos brinda el Espíritu Santo, nos permite comprender la Voluntad de Dios expresada en Su Palabra, y trasformarla en conceptos claros y simples que son guía para el pueblo de Dios aquí en la tierra. Esta inteligencia o entendimiento no es recibida para gozo o beneficio personal, sino para ser transformada en bien para la comunidad. Es un Don que alimenta la capacidad de predicar, de hablar de las cosas de Dios, de tal modo que Dios se exprese a través de los apóstoles de estos tiempos, como lo hizo a través de los profetas del Antiguo Testamento.



La Palabra de Dios ha sido y seguirá siendo la fuente de Luz para nuestras vidas, para este mundo, y quienes son capaces no sólo de comprenderla sino también de predicarla, reflejan el mismo Espíritu que llenó a los profetas y los hizo iluminar la noche de los tiempos con la invitación a seguir la Voluntad del Dios del Amor. Ayer, hoy y siempre, el Don del entendimiento inunda a los que predican con voz humana la Voluntad del Autor de la Creación, que con Voz sonora sigue repitiendo Su llamado a la Ley del Amor.

Consejo: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone al alma, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que más le conviene.

El Espíritu de Dios sale al encuentro de nuestra súplica mediante el Don de consejo, con el cual enriquece y perfecciona la virtud de la prudencia y guía al alma desde dentro, iluminándola sobre lo que debe hacer, especialmente cuando se trata de opciones importantes, por ejemplo, de dar respuesta a la central pregunta de qué hacer de nuestra vida, o de cual camino recorrer entre tantas dificultades y obstáculos. El Don de consejo actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. La conciencia se convierte entonces en el «ojo sano» del que habla el Evangelio (Mt 6, 22), y adquiere una especie de nueva pupila, gracias a la cual le es posible ver mejor que hay que hacer en una determinada circunstancia, aunque sea la más intrincada y difícil.


El mundo es cambiante, y las reglas de convivencia también lo son. El hombre transita los siglos debiendo adaptarse y buscar siempre cual es el modo de desenvolverse, implorando en todo momento la Gracia Santificante que le diga cómo actuar y ser efectivo en su rol de apóstol renovado. La necesaria capacidad de adaptarse y ser permeable a las demandas de la inagotable tarea de la evangelización, requiere almas dispuestas a interpretar las palabras, los modos y los comportamientos que hagan de Dios el centro de la vida en la sociedad de cada punto en la historia del hombre. Navegar mar adentro, como nos invitó SS Juan Pablo II, en las inquietas aguas del siglo XXI.


Este Don nos infunde un sentido práctico en el discernimiento entre el bien y el mal, en el sostenimiento de los valores morales y en la verificación efectiva de nuestro carácter de cristianos fieles a la Voluntad de Dios.

Fortaleza: Fuerza sobrenatural que nos sostiene para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida.

Este Don del Espíritu es fundamental para resistir por una parte las instigaciones de las pasiones internas, pero también las presiones del ambiente que tratan de detenernos y sofocarnos. Actúa sobre nuestro temperamento ayudándonos a superar la timidez y tibieza en un extremo, y la agresividad, intolerancia y hostilidad en el otro.


La Fortaleza es también una de las cuatro Virtudes Cardinales, que encuentra en el Don de la Fortaleza el complemento necesario, (provisto por el E.S.) para dominar las pasiones propias y los frenos que nos impone el mundo. La fortaleza es el Don que nos permite no caer en debilidades o componendas cuando se trata del cumplimiento del propio deber como cristianos comprometidos.


El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural que da vigor al alma no solo en momentos dramáticos como el del martirio, sino también en las habituales condiciones de dificultad, en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios, en el soportar ofensas y ataques injustos, en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad, la justicia, la caridad y la honradez.
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Ciencia: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas y la creación, en su relación con el Creador.
Sabemos que el hombre contemporáneo, precisamente en virtud del desarrollo de las ciencias, está expuesto particularmente a la tentación de dar una interpretación naturalista, despojada de Dios, al mundo. Ante la multiforme riqueza de las cosas, de su complejidad, variedad y belleza, corre el riesgo de absolutizarlas y casi de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. 


Esto ocurre sobre todo cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder, que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son los ídolos principales ante los que el mundo se postra demasiado a menudo.


Piedad: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.


El Don de piedad es un hábito sobrenatural infundido con la Gracia Santificante para excitar en la voluntad, por instinto del E.S., un afecto filial hacia Dios considerado como Padre y un sentimiento de fraternidad universal para con todos los hombres en cuanto hermanos e hijos del mismo Padre.


Dijo SS Juan Pablo II que “el Don de piedad sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos”.
Así, la ternura, como apertura auténticamente fraterna hacia el prójimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el Don de la piedad el Espíritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su corazón de alguna manera participe de la misma mansedumbre del Corazón de Cristo. El cristiano «piadoso» siempre sabe ver en los demás a hijos del mismo Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto él se siente impulsado a tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una genuina relación fraterna.


El Don de la piedad, además, extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón. Dicho Don está, por tanto, en la raíz de aquella nueva comunidad humana, que se fundamenta en la Civilización del Amor.


El Don de Piedad provee así tal unión y cercanía con el Padre Celestial, que la persona comprende el Amor y suavidad con que Dios nos ha creado y nos cobija a cada instante. El alma, de este modo, se siente obligada a mantener un estado de dialogo y oración permanente con Dios, y a derramar esa misma suavidad y sentido de servicio hacia los demás, haciéndose espejos del Amor Divino que en ellos se refleja, e ilumina a los que tienen la gracia de entrar en contacto cercano con ellos.

Temor de Dios: Temor de ofender a Dios, reconociendo humildemente nuestra debilidad, pero siempre confiando en Su Misericordia.

Este Don se afianza en el temor filial, basado en el Amor de Dios que como verdadero Padre ha ofrecido la Vida de Su Hijo por mí. El alma se esfuerza en no preocupar, entristecer, ofender o disgustar a Dios, amándolo como Padre. Se trata de algo mucho más noble y sublime que el miedo humano: es el sentimiento sincero de responsabilidad y fidelidad a Dios, haciéndonos concientes de nuestra pequeñez y deuda infinita ante quien por Amor nos ha creado y dado el don de la vida.


Ciertamente ello no excluye la conmoción interior que nace de la conciencia de las culpas cometidas y de la perspectiva del castigo Divino, pero la suaviza con la fe en la Misericordia Divina y con la certeza de la solicitud Paterna de Dios que quiere la salvación eterna de todos.
De este santo y justo temor, conjugado en el alma con el Amor de Dios, depende toda la práctica de las virtudes cristianas, y especialmente de la humildad, de la templanza, de la castidad, de la mortificación de los sentidos.


El alma percibe en al Amor de Dios, en Su Misericordia, la obligación de la lealtad y la fidelidad a nuestro Padre Celestial, y nos empuja a estar unidos a El buscando en todo momento descubrir, comprender y realizar Su Voluntad en nuestra vida. La contemplación de la Cruz, y en ella al Crucificado, aumenta y potencia nuestro temor de ser motivo de tristeza en Aquel que quiso sacrificar en las manos del mundo a Su propio Hijo, con el único propósito de salvar nuestras almas de la perdición eterna.


Trabajo realizado en base a un escrito del Padre Jordi Rivero, en www.corazones.org , 
complementado por www.reinadelcielo.org