jueves, 30 de junio de 2011

Santos Mártires de la Iglesia de Roma

Oremos   Himno

Testigos de la sangre
Con sangre rubricada,
Frutos de amor cortados
Al golpe de la espada.

Testigos del amor

En sumisión callada;

Canto y cielo en los labios

Al golpe de la espada.

Testigos del dolor

De vida enamorada;

Diario placer de muerte

Al golpe de la espada.

Testigos del cansancio

De una vida inmolada

Al golpe de Evangelio

Y al golpe de la espada.

Demos gracias al Padre

Por la sangre sagrada;

Pidamos ser sus mártires,

Y a cada madrugada

Poder mirar la vida

Al golpe de la espada.  Amén

Señor, tú que fecundaste con la sangre de numerosos mártires los primeros gérmenes de la Iglesia de Roma, haz que el testimonio que ellos dieron con tanta valentía en el combate fortalezca nuestra fe, para que también nosotros lleguemos a obtener el gozo de la victoria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Agustín : «Levántate y anda» (cf Mt 9,6)

Evangelio según San Mateo 9,1-8.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad.
Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados".
Algunos escribas pensaron: "Este hombre blasfema".
Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: "¿Por qué piensan mal?
¿Qué es más fácil decir: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó y se fue a su casa.
Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

lunes, 27 de junio de 2011

San Cirilo de Alejandría

San Cirilo de Alejandría (370-444), Doctor de la Iglesia,  con motivo de la conclusión del Concilio de Éfeso –año 431-, en el que se proclamó laMaternidad divina de María, nos dejó uno de los más célebres elogios marianos de la antigüedad ...

Dios te salve, María, Madre de Dios,
tesoro
 veneradísimo de todo el orbe,
antorcha
 inextinguible, corona de virginidad,
cetro
 de recta doctrina, templo indestructible,
habitación
 de Aquél que es inabarcable,
Virgen y Madre, por quien nos ha sido dado
Aquél que es llamado bendito por excelencia,
y que ha venido en nombre del Padre.



Salve a ti, que en tu santo y virginal seno has
encerrado al Inmenso e Incomprehensible

Por quien la Santísima Trinidad es adorada y glorificada,
y la preciosa Cruz se venera y festeja en toda la tierra.

Por quien exulta el Cielo, se alegran los ángeles y
arcángeles, huyen los demonios.
Por quien el tentador fue arrojado del Cielo y
la criatura caída es llevada al Paraíso.
Por quien todos los hombres, aprisionados por el engaño de los
ídolos, llegan al conocimiento de la verdad.
Por quien el santo Bautismo es regalado a los creyentes,
se obtiene el óleo de la alegría, es fundada la Iglesia en todo el mundo,
y las gentes son movidas a penitencia.


¿Y qué más puedo decir?

Por quien el Unigénito Hijo de Dios
brilló como Luz sobre los que yacían
en las tinieblas y sombras de la muerte.
Por quien los Profetas preanunciaron
las cosas futuras.
Por quien los Apóstoles predicaron
la salvación a los gentiles.
Por quien los muertos resucitan y
los reyes reinan, por la Santísima Trinidad. 
¿Quién de entre los hombres será capaz
de alabar como se
 merece a María,
que es digna de toda alabanza?
Es Virgen y Madre, ¡oh cosa maravillosa!

Este milagro me llena de estupor.

¿Quién ha oído decir que al constructor de un templo se le prohíba habitar en él?
¿Quién podrá ser tachado de ignominia
por el hecho de que tome a su propia Esclava por Madre?
Así, pues, todo el mundo se alegra (...);

También nosotros hemos de adorar y respetar la unión del Verbo con la carne,
temer y dar culto a la Santa Trinidad, celebrar con nuestros
himnos a María, siempre Virgen, templo santo de Dios, y a su
Hijo, el Esposo de la Iglesia, Jesucristo Nuestro Señor.
A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.

SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA,
Homilía pronunciada en el Concilio de Efeso

"Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".

Evangelio según San Mateo 8,18-22.

Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. 
Entonces se aproximó un escriba y le dijo: "Maestro, te seguiré adonde vayas". 
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". 
Otro de sus discípulos le dijo: "Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre". 
Pero Jesús le respondió: "Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos".